Crónicas de la cara derretida
Siempre estaba enojado
Hace como 10 años sucedió esto. Siempre estaba enojado. Enojado en la oficina: estaba enojado con mis compañeros pues sentía que eran flojos, y estaba enojado con mi jefe, pues no hacía nada y sentía que solo me cargaba la mano. Enojado con la ciudad: me sentía incómodo viviendo en una ciudad llena de personas igual que yo enojadas y groseras. Además tenía cierto miedo, pues los sismos que antes no conocía y ahora eran frecuentes, me lo causaban.
Mi vida en casa y con Cris (mi esposita) eran algo muy bueno, siempre lo había sido. Pero parecía que mi mal humor no ayudaba mucho, la gente que me rodeaba tambien se contagiaba con mi actitud criticona.
Ciertos días mientras trabajaba sentado frente a la computadora, sentía un ligero adormecimiento en el lado derecho del labio, pero esa rara sensación pasaba al poco rato y la ignoraba. Otras veces sentía ligero adormecimiento en la mano derecha y pensaba que eran mi mala postura cuando usaba el mouse.
Por aquel tiempo empezaron mis problemas estomacales de persona adulta: inflamación, reflujo y colitis, que iban y venían pero cada vez con más frecuencia.
En fin, yo no estaba feliz con nada y me preguntaba si mis decisiones previas como venir a vivir a esta gran ciudad habían sido acertadas. No soy una persona sociable, y estaba en una ciudad gigantesca. Tal vez estaría mucho mejor en mi pequeño y querido pueblo polvoriento. Pero lo hecho, hecho estaba.
Creo que me va a dar un infarto
Ahora sé bien que tenía ansiedad (probablemente toda la vida la había tenido pero ahora se había magnificado). Pero en aquel tiempo solo sabía que siempre me sentía tenso y que me preocupaba mucho por todo. En ocasiones durante la noche estaba pensando en como resolver los problemas del siguiente día y no descansaba, me despertaba dolorido de la espalda y del cuello. Algunas mañanas me levantaba con dolor de pecho y me preocupaba, en ocasiones lo comentaba a Cris. Ella me decía que me tranquilizara que no era nada, y probablemente tenía razón. Pero Google y yo estábamos seguros que mi corazón tenia un problema.
En fin, una mañana me levanté asustado y sentía dolor en el pecho. Llame a un amigo que es médico en una clínica cercana y fui a urgencias. Después de un electrocardiograma, unas placas del pecho y unos estudio de sangre me dijeron: “Tu corazón está bien, pero es probable que estés sufriendo de reflujo por las noches y por eso sientes ese dolor en el pecho, debes hacerte una endoscopia para ver tu esófago y tú estomago”. Por mi estaba bien, es mejor reflujo que infarto. Fue un alivio en ese momento.
La endoscopia fue el inicio
Me programaron una endoscopia, que no es gran cosa, pero como siempre estaba muy nervioso. Conocidos me mal informaron, decían que era muy feo y como siempre lo hice más grande. Siempre me ha avergonzado decir que me la paso preocupado y que inconscientemente cualquier cosa es un pretexto para exagerar.
La endoscopia fue en la mañana. Puedo decir que fue más el hambre y el susto que la molestia. Realmente si tenía reflujo pero nada grave y de eso no debía preocuparme. Sin embargo, recuerdo bien esa endoscopia porque mis problemas empezarían el día siguiente.
Parestesia: la cara derretida
La mañana siguiente a la endoscopia nuevamente me desperté asustado pero ahora sí tenía una razón.
Normalmente duermo de lado, recostado sobre mi lado izquierdo en posición fetal. Casi en automático al despertar, acostumbro rascar mi cabeza con mi mano derecha, un viejo hábito… Esa mañana no fue la excepción, hice lo mismo de siempre pero ahora algo estaba mal, no sentí la mano en mi cabeza. Eso me hizo casi brincar de la cama y tratar de ver qué estaba pasando.
Recuerdo que pensé que tal vez había dormido en una mala posición y mi mano estaba adormecida. Así que la empecé a mover… pero en realidad no era mi mano, era mi cabeza, la mitad de mi cabeza estaba adormecida. Me tocaba la cara con mis dedos y detectaba como se sentía el cambio, sucedía casi exactamente en la mitad de la cara, una rara sensación de ausencia de sensibilidad que empezaba a la mitad de la cara y se extendía al lado derecho. Sentía solamente la mitad de mi nariz. Fuí al espejo a mirarme, esperaba verme la mitad de mi cara rara, tal vez caída, derretida, o que se yo, pero no era así, mi cara se veía tan normal como siempre.
A Cris le dije lo que sentía, y ella me miraba con su ya acostumbrada mirada escéptica. No la culpo, si vives con un hipocondríaco le dejas de creer.
Pensé para mí, tranquilízate esto ya se te quitará. Total, así me fui a trabajar, pero la sensación continuaba igual y mi preocupacion empezó a aumentar en el trascurso del dia. Cuando alguien me miraba, automáticamente suponía que era porque ya mi cara estaba mal, por eso iba cada rato al espejo del baño. Tal vez tuve un ataque de pánico, porque me sentía muy agitado, pero no le dije nada a nadie.
Saliendo del trabajo me fui al seguro social a ver al médico. Después de la clásica espera, el médico que me vió pensó que posiblemente tendría una parálisis facial y me recetó complejo B. Me dijo que me tranquilizara y que nos veríamos dependiendo de lo que sucediera. Ese médico estaba muy equivocado, al siguiente día mi cara seguía normal aparentemente, pero mi falta de sensibilidad, a lo que el médico llamó parestesia, continuaba igual.
A los días sentía, que no solo era la cabeza, era también la mano derecha y ciertas partes de mi pierna las que no tenían sensibilidad. Si normalmente soy ansioso, ahora casi no podía hacer nada, estaba esperando a que algo malo me pasará. A los pocos días mi lado derecho completo tenía problemas de sensibilidad, de hecho sentía falta de fuerza en ese lado. Por eso ahora a mi lado derecho del cuerpo le llamo el lado malo o el “Dark Side”.
6 meses inolvidables
Los siguientes 6 meses fueron completamente una pesadilla para mí. La sensación continuaba, en ocasiones era mucho más y creo que en ese tiempo al menos tuve unos 3 ataques de pánico que no comenté con nadie: falta de aire, visión borrosa y mucho miedo… me aguantaba solo y no decía nada, supongo por vergüenza.
Estuvieron también, las interminables citas con diferentes especialistas que odiaba. Durante ese tiempo visité si no mal recuerdo: un ortopedista, un otorrinolaringólogo, un cirujano maxilofacial, un neurólogo, un neurocirujano y nadie tenía una repuesta.
Tal vez la razón es que todos los estudios salían bien. Esos chupones puestos en el cuerpo, esas agujas y esas noches sin dormir, pasando por una resonancia magnética y una tomografía decían que todo estaba normal. Pero yo seguia sintiendome igual, me faltaba media cara a lo menos.
Señor, ¿Usted tiene estrés?
Para terminar, el médico con el que pasé más tiempo era un neurólogo de pocas palabras. Hacia unas cuantas preguntas y escribía en una hoja de papel con su pluma. En mi última cita me dijo: “Señor no encuentro nada, no hay indicios de esclerosis o algún otro problema. Oiga dígame, ¿Sufre usted de estrés en su trabajo?…” Hasta ofensiva me pareció la pregunta, yo quería un diagnóstico y eso era una conjetura, independientemente si era cierta o no.
Pero así fue, a pesar de que no le creí, pues fuí con otros neurólogos para una segunda opinión, terminé tomando tranquilizantes, eso y un “cálmese señor” fue finalmente el diagnóstico. Esas pastillas por cierto las tomé muy poco, me sentía somnoliento y tonto, además no quería depender de ellas.
La conclusión del asunto
Cuando agotaste las opciones, quedas tranquilo porque ya no hay nada más que hacer. Eso mismo le dije a Cris: “ya hice todo lo que tenía que hacer y solo me queda estar tranquilo, que sea lo que Dios quiera”. También me puse a hacer un archivo con todas las cuentas, contraseñas y datos que pudiera Cris necesitar (no lo puedo evitar, soy un exagerado previsor negativo).
Aún así, por varios meses la falta de sensibilidad continuó y me decidí a ignorarla, no había otra opción, tenía que aprender a vivir con ella. No solo eso ignoré, también empecé a ignorar a mi jefe y mi actitud hacia muchas otras cosas cambió. Deje de preocuparme por lo que los demás hacían o dejaban de hacer. De hecho, supongo que mis compañeros de trabajo pensaron que me hice cómodo como ellos, y era cierto, pero era a propósito. Me dejó de importar terminar primero, hacer todo perfecto a mi manera y competir con los demás. Si el médico tenía razón, yo era mi propio enemigo.
En esa época empecé a leer mucho sobre ansiedad, estrés y depresión. Empecé a irme caminando a la oficina, traté de hacer las cosas más lento y llegar temprano… No quería estrés. Vinieron a mi mente ideas como minimalismo y vivir lento que nunca antes habían pasado por mi cabeza… Y así pasaramos varios meses …
Un día caminando al trabajo me di cuenta que la sensibilidad en toda la cabeza había regresado. Tal vez regreso antes, pero no me había dado cuenta. Me sentí feliz, pero me hizo pensar mucho en cual fue realmente el origen del mal. Nunca sentí mucho estrés pero toda la vida había tenido ansiedad, que probablemente era peor. Seguía teniendo ansiedad pero ahora lo sabía y trataba de hacer algo.
Pensé, que desesperante ha de ser vivir conmigo, Cris es lo mejor que me ha pasado y ha tenido que soportarme. Por eso, por ella y por mí, necesito cambiar y ser mejor que esto.
Asi que desde entonces trato de ser más consciente, trato de ser mejor para ambos y con los que nos rodean. Las sensaciones raras en mi cara y lado derecho regresan de vez en cuando, pero ya identifico el porque, y puedo hacer algo al respecto.
Se que estoy loco (o como dice Cris, “Soy incomprendido por mi mismo”) y se que no puedo cambiar del todo, pero hago lo mejor que puedo intentando no estresarme y no estresando a los demás.
Porque si todos hiciéramos al menos el intento por ser mejores con los demás, supongo, haríamos alguna diferencia y viviríamos menos estresados.
#reflexion #ansiedad #vida